Empezar a trabajar en una cárcel
era mi sueño, sí. Aunque usted no lo crea, me veía como una especie de Madre
Teresa de la prisión, ayudando y escuchando a esas almas cautivas de sí mismas,
y del estado. Cuando ingresé por vez primera a una cárcel venezolana, me sentí
animada a consumar mi deseo: -Tengo que conseguir este empleo-, y así fue. Estando
recién graduada, todas las teorías invadían mi mente, todos los autores, las guías
y libros leídos en la universidad aguardaban para ser por fin, aplicados a
todos estos "necesitados".
Largos pasillos acompañaron mis pasos, olores
penetrantes, paredes que contaban vidas enteras y ojos por todos lados. Ojos
con amargura, ojos con rabia, ojos con impotencia, ojos con desaliento, ojos
con esperanzas. Jamás en mi vida había visto tantos ojos juntos, y allí estaban
ellos: los presos, los cautivos.
Mi recorrido no era a los muros
de la cárcel, mi recorrido era a la piel de cada uno de ellos, a sus bocas, sus
manos, sus cabellos. Sí señores, ellos también son humanos. Me dije: “Aquí va a
ser, aquí vas a dar más de ti que cualquier otra persona”.
5 años han pasado desde que me convertí en la Psicóloga de la Cárcel de Tocuyito en Carabobo. ¿Qué puedo decirles?, aún recorro sus miradas, sus cabellos y sus cuerpos…pero hubo algo que olvidé mencionar, los presos no son presos solo porque sí, los presos son presos porque siempre alguien lo quiere así. Y ninguna teoría por buena que sea, o ninguna Psicóloga por voluntad que tenga, puede derribar el monstruo que se oculta detrás de cada cárcel, detrás de cada candado.
De cárcel ya tuve suficiente, y
no por los presos; sino por ellos…los que mandan detrás de escritorios grandes y
lujosos, de “ninguneados” tal como les decía Eduardo Galeano, ya tuve
suficiente. Y Me pregunto, ¿Cuándo la sociedad tendrá suficiente de los
corruptos e indolentes? ¿Cuándo?
Sol Melendez
05-12-2012